Suponemos quizá que los niños están mejor en el colegio, más seguros, pero hay ahora muchos colegios que llevan meses sin clases y no se perciben mayores daños en nadie. Yo creo que los padres ponen allí a los niños para huir de la casa y sumergirse también ellos en sus prisiones ansiosas, y hacer dinero para pagar ansiosamente muchas cosas que no necesitan. Transfieren a los colegios la función de educar, creyendo que la educación es una mercancía, un servicio que se puede externalizar a cambio de una suma mensual.
Lo que sí es cierto es que en el sistema educativo nacional hay cárceles más pirulas y cárceles menos, y que se trata de una encarcelación muy segmentada por clase social, por barrio, por el azul o marrón de los ojos, incluso por la inteligencia o capacidad de sometimiento, sin que los niños tengan responsabilidad alguna en esos afanes por discriminar que dan asco. En todos los casos, sin embargo, se les enseña a los estudiantes no lo que quieren aprender, sino lo que unos burócratas de la pedagogía creen que debe enseñarse, con horario impuesto, en recintos numerados y por materia etiquetada.