El movimiento estudiantil supuso la explicitación de un conjunto de divergencias entre los distintos sectores sociales y políticos, a tal punto, que hubo quienes tuvieron que disentir con su propio pasado. Aún cuando el conflicto educacional ha sido la expresión más visible de un sistema completo que ha fracasado, ni siquiera los consensos de fondo en educación se han alcanzado, si acaso son logrables.
El debate sustantivo –en la educación y sobre el sistema en su conjunto- tomará todavía un poco de tiempo, otro poco de filosofía y otro poco de empiria. Pero no obstante todo lo abierto que pueda estar el horizonte en la educación, hay algo en lo que sí hay consenso hoy en día: nadie duda que el actual sistema ha sido injusto, nadie duda -incluso los que defienden el crédito como herramienta de financiamiento de la educación- que los métodos de endeudamiento fueron lesivos para los estudiantes y sus familias, que la desigualdad educativa ha sido una catástrofe generando un determinismo social y una encastización reproducida desde el propio sistema educativo. Nadie duda, en definitiva, que hoy existen millones de chilenos que han sido perjudicados por el sistema educativo y financiero a la vez.