La cultura política chilena después de la dictadura ha instalado como principio de su estabilidad al dispositivo del acuerdo. Por dispositivo entenderemos, tal como lo señalaba Michel Foucault, a todo un conjunto de valores, disposiciones de lenguaje, normas, infraestructura, etc., el cual opera al interior del orden social neutralizando cualquier posibilidad de disidencia, favoreciendo la ruta y sobrevivencia del sistema que protege.
El día que los estudiantes entren al Congreso y puedan votar en calidad de actores sociales y no como esos apéndices con escaño binominal llamados senadores o diputados, entonces el desacuerdo habrá obtenido uno de sus más grandes triunfos, y la transformación hija del disentimiento empezará realmente por acabar con el imperio del consenso morboso, hacinado y orgiástico que nos heredó la dictadura y a la que le puso guirnaldas la clase política.