Hay ahí cuando menos una señal que nos tiene que hacer pensar: ¿cómo puede ser que en los grupos la cuestión de la micropolítica nos sea tan ajena y que no seamos capaces de acercarnos a problemas como el poder, las relaciones o la depresión fuera de un modo «psicologizante»? ¿Cuál es la fuerza que nos hace insensibles al devenir mismo de nuestros grupos, impotentes para comprender las bifurcaciones, los cambios, los quiebros que operan en nuestros cuerpos y en los procesos que ponemos en marcha?
Tenemos aquí, pues, una hipótesis: la pobreza cultural actual respecto a la micropolítica de los grupos tendría algo que ver con los procesos de desposesión provocados por el capitalismo y continuados o asumidos por una parte significativa del movimiento obrero.
Este libro ha sido escrito contra esa pobreza y con una voluntad de arremeter contra las prácticas que descartan la dimensión micropolítica en beneficio de una sobrevaloración de la macropolítica. Con la perspectiva en cualquier caso de sugerir un reequilibrio en los intercambios. Y con las ganas también de abrir una nueva cuestión: ¿qué pasaría si los grupos potenciasen esos saberes, esa cultura?