La cultura, hoy, busca seducir con bienes “deseables”. Los bienes culturales en la sociedad actual, desde la moda, la literatura, el deporte, la música y hasta el arte, son concebidos para el consumo y duran sólo instantes. La flexibilidad de preferencias es la insignia de pertenencia a una elite cultural: la máxima tolerancia y el mínimo rechazo.
Bauman es uno de los principales referentes en el debate contemporáneo sobre las sociedades de la información en un mundo global. Su caracterización de la cultura en la “modernidad líquida” –término acuñado por él– sostiene que “ninguna de las formas sociales puede permanecer durante un tiempo prolongado”. La “disolución de todo lo sólido” ha sido la característica distintiva del mundo actual. Esa capacidad de disolución -o licuación- se ha acentuado sobremanera: ninguna estructura cultural, ningún valor, ninguna conquista espiritual, hoy, es permanente. Todo se transforma en obsoleto y debe ser descartado para dejar lugar a otra cosa.